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Consejos y pautas de actuación
       
 

Consejos y pautas de actuación

Adolescencia y temas adultos no resueltos.

A través del caso de un adolescente, Gustavo, describo el proceso educativo como forma de espejo de nosotros mismos. La relación madre-abuela era determinante para que el conflicto se mantuviera y acrecentara.


A través del caso de un adolescente, Gustavo, describo el proceso educativo como forma de espejo de nosotros mismos. La relación madre-abuela era determinante para que el conflicto se mantuviera y acrecentara.
En este artículo te invito a ver los conflictos, y más específicamente los conflictos con los adolescentes desde una diferente perspectiva a la que estamos acostumbrados en el día a día. . Nos encontramos ante situaciones que vale la pena aprovechar antes de pasar página. Nuestra reflexión sobre lo que ocurre o ha ocurrido puede ser atolondrada e impulsiva en el momento, con ganas de pasar página. También puede ser fácilmente olvidada a lo largo del tiempo.
 
Los adolescentes nos muestran el lado más impulsivo e incoherente, más exagerado de una etapa clave en la vida de una persona. De cómo sales de esa adolescencia va a marcar en gran parte tu vida adulta, al menos en los primeros estados. Es por ello que vale la pena poner nuestra mirada en la naturaleza de estos conflictos adolescentes y qué tipo de lógica podemos encontrar. Qué hilo conductor que nos puede ayudar, qué aprendizaje podemos encontrar en las turbulencias adolescentes que muchas veces arrastran a todo el ambiente familiar.
 
Gustavo de 14 años, hijo único, padres esforzados en su empeño educativo, que ofrecen todo lo que pueden, incluso demasiado, a un hijo muy querido y deseado desde antes de su concepción. La madre arrastra conflictos en su propia familia, con su madre más concretamente, desde hace mucho tiempo. El padre tiene una relación cordial y distante a la vez con su propia familia.
 
Gustavo creció espabilado, dicharachero, con un punto de ironía agudo ya hacia los 7 u 8 años. Los padres cometieron el error de querer ofrecerle más de lo que deseaba y de ahí empezó a surgir dentro de él una tendencia a la exigencia y la crítica hacia ellos. Pequeña y a la vez constante. Los padres admitían en las reuniones que tenía con ellos que “quizás le habían dado demasiado y ahora pagaban las consecuencias”. El tema no era tan fácil e iba un poco más allá.
 
Con una mirada más atenta, Gustavo tuvo la inconsciente intención de sanar la relación con la madre con la abuela. ¿Cómo?
 
En un 2º de Eso fatídico, empezó a suspender. Empezó a comportarse de forma caótica, como nunca lo había hecho. Las advertencias de los padres se convertían en reproches hacia ellos. El hijo no hacía ninguna de las tareas con las que había ido cumpliendo a lo largo de su vida: hacerse la cama, orden en la habitación, recoger el plato de la mesa, llevar la ropa sucia al cesto de la lavadora… Tampoco eran muchas, pero las pocas que le habían exigido fueron esfumándose en continuos “ya voy, espera un momento, cuando acabe la partida", y excusas similares.
 
Los padres perdían la paciencia y ante el desplante de su retoño fueron intensificando las riñas y las presiones para que hiciera deberes u ordenara el armario. Como era astuto en sus respuesta, irritaba más a los padres que se encontraban con la necesidad de poner en orden a un adolescente que les sobrepasaba ya casi en altura y en descaro.
 
El adolescente encontró refugio en casa de la abuela, que no vivía muy lejos, a pocas manzanas de su casa. La abuela empezó a acoger a Gustavo, que a su vez, venía criticando las formas y los modales de sus padres, críticas que alimentaron las antiguas rencillas madre-abuela. Cada vez que había un enfado en casa de Gustavo, éste acababa en casa. de su abuela. La relación madre-abuela se fue llenando de mutuas acusaciones por falta de comprensión de una y otra: por un lado, que el chico necesitaba más apoyo y mensajes positivos; por otro, que era necesario que cumpliera unas normas. Gustavo se había atrincherado en una parcela por resolver en el ámbito familiar, el del conflicto entre dos generaciones.
 
Los padres ya no sólo se enfrentan con el hecho de resolver un tema educativo sino que se añade un tema familiar con la abuela que no estaba bien resuelto anteriormente.
 
Ésta es la idea principal que quiero exponer:
 
Los adolescentes nos muestran dónde están nuestros errores o nuestros conflictos por resolver. Ponen encima de la mesa qué aspectos del adulto necesitan renovarse, qué situaciones han quedado clavadas en el tiempo.
 
Pieza clave de este entramado era la abuela.
 
La intervención que planteé, de forma sistémica, consiguió hacer partícipe a la abuela y a la hermana de la madre en el planteamiento global terapéutico y en algunas de las sesiones específicas. Paralelamente fui ganándome la confianza de Gustavo e iba dando indicaciones a los padres de cómo actuar ante la presión del chico en casa.
 
Al cabo de unas cuantas sesiones se pudo resolver  el tema.
 
Gustavo puso el dedo en la llaga de un tema que no estaba resulto: la relación de su madre con la abuela. Fue el caldo de cultivo de la ampliación de la tensión hasta momentos muy difíciles de resolver.
 
La aceptación por parte de los padres de no haber puesto límites contundentes y rectificar sobre ello fue clave. Desde una perspectiva donde la abuela era parte de la solución y no parte del problema, como planteaban inicialmente los padres. Además del carácter afable y cariñoso de Gustavo ayudó y mucho para ir normalizando la situación.
 
Sin poner mi punto de mira en la intervención de la abuela, a quien cité en la consulta un par o tres de veces, no hubiera podido ser posible el volver a una normalidad y a una estabilidad familiar que tanto ansiaban los padres de Gustavo. Únicamente haciendo sesiones individuales con Gustavo difícilmente se hubiera resuelto el tema o hubiera sido mucho más lento.
 
Más tarde, la madre realizó algunas sesiones de terapia conmigo para ella misma por su situación de inferioridad en muchas situaciones laborales que se encontraba.
 
El adolescente halló en la abuela su escudo protector. Un escudo protector en contra de unos padres que simplemente querían que su hijo hiciera unos mínimos, que estudiar, que aprobase y que llevase unos hábitos de ayuda en casa mínimos.
 
Por eso es necesario plantearnos, ante un conflicto adolescente, qué elementos de su comportamiento están afectando a ámbitos de nuestra vida no resueltos, antes de que llegara este conflicto en forma de desorden, llegar tarde a casa, malas notas, o cualquier otro comportamiento en donde nos urge la necesidad de acompañar y poner limites, de rectificar y de ayudar a resolver con comprensión.
 
Sin dejar nunca de pensar cuál es el apartado no resuelto de mi vida en donde este adolescente está poniéndome en jaque puedo formularme las siguientes preguntas:
 
¿Cuál es el conflicto no resuelto de mi vida que el adolescente pone al descubierto? ¿Creo que lo tengo resuelto y no es así?¿Necesito replantear mis principios o mis acciones a raíz de las verdades que me echa en cara mi hijo adolescente?¿Hasta qué punto tiene razón?
 
Os dejo con las preguntas para que podáis reflexionar sobre las respuestas.

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Psicólogo. Orientador y psicoterapeuta. Asesoramiento individual y familias - Psicòleg Colegiat nº 6.783
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