Ya hace años que suelen poner una pista de hielo artificial en una de las plazas de mi ciudad... 09/01/2007
Me encanta ver cómo la gente patina, cómo se defiende y se esfuerza por no caer, por seguir adelante unos metros. Cómo los pequeños avanzan en ocasiones con sus patines a los mayores, en seguridad, equilibrio y velocidad. Cómo los mayores nos sentimos pequeños ante la gran dificultad de dar un solo paso. Cómo hay niños, que con paciencia de santo, van recorriendo la pista bien agarrados a la barandilla ante la imposibilidad de mantenerse de pie en el hielo.
Todo depende del tiempo que cada uno esté dentro del recinto. Y de su experiencia previa.
Esa blanca pista, que no se deshace a pesar de las “rayadas” contínuas. Es una metáfora de la vida.
Una vida que nunca parece agotarse. En la que todo el mundo intenta llegar, avanzar, sin saber, sabiendo, con esfuezo, con tiento, con fe….
Una vida en la que los niños y los mayores tenemos los mismos patines para deslizarnos y seguir nuestro camino. La diferencia son unos cuantos centímetros de las tallas. Y las experiencias, y los empujes y los empujones. La fuerza para salir, para quedarse. Los agobios. El “ojalá que pase rápido el tiempo” y el deseo de que se alarguen los minutos...